
El 18 de mayo de 1910 el cometa Halley se acercó de tal manera a la órbita terrestre que nuestro planeta y la cola del mismo se entrelazaron. Según el testimonio de testigos presenciales el cielo parecía recubierto de una capa de escarcha. Esa misma noche en Tokanawa, pequeña aldea situada en medio de Naka-ku Hoitiro Kadaraki (Bosque de las tortugas voladoras), a 300 kilómetros de Yokohama, nacía Tomio Tanimura, hoy conocido como Maestro Mutenroi tras su excelsa contribución a la educación shaolin de su pupilo Goku. A punto de cumplir un siglo de vida Mutenroi reside en Santa Pola.
CJ: Su infancia y adolescencia transcurren en Tokanawa
MM: Así es, nací y crecí en una pequeña aldea japonesa, no tengo un recuerdo muy grato de esa época, todo giraba en torno al arroz, cultivarlo y comerlo en bol. Debes tener en cuenta que hablamos del primer cuarto del siglo XX.
CJ: Hasta que te enrolas en el ejército del emperador para la guerra de Indochina
MM: Así es, deseaba salir de mi aldea y conocer mundo, alistarme era la única manera de conseguirlo. Durante la guerra conocí a Marguerite Duras, en El Amante refleja lo que fue nuestra relación, con ella descubrí la perversión y el sexo interracial.
CJ: Apenas sin tiempo de sacarse el casco otra guerra en el horizonte y de nuevo llamado a filas, ahora la 2ª Guerra Mundial con el triste epílogo de la bomba atómica sobre Nagasaki
MM: Estaba destinado en la isla de Java, en misión especial, me lanzaron en paracaídas para localizar el Santo Grial, cosas de Goebbles que era como vuestro Iker Jiménez pero en nazi. Estaba solo y nadie me comunicó el fin de la contienda. Pensaba que seguía en guerra por lo que seguí con la misión escabulléndome en medio de los bosques para que el enemigo pudiera localizarme.
CJ: Pero, no pensó en ningún momento en que la guerra podía haber finalizado?
MM: La cultura japonesa se basa en la fidelidad, mi objetivo era localizar el Santo Grial y, como no recibí ninguna contraorden solicitando mi regreso seguí con la misión encomendada. Los japoneses tenemos un profundo sentido de la lealtad y responsabilidad consecuencia de la tradición samurai.
CJ: Cómo fue su vida durante esos treinta años de soledad?
MM: Mentiría si dijese que fue un periodo agradable. Estaba solo, incomunicado y en guardia las 24 horas para evitar caer en las garras del enemigo. Me alimentaba de armadillos, orugas y frutos del bosque. Hasta que una noche recibí una visita mientras dormía, era el Maestro Yoda, un viejito pequeño y verde como el blandiblú. No se si fue real o sólo una ensoñación pero “lo mismo una cosa que la otra da, de mi aprender tu deber, escuchar para en futuro a escogido enseñar”. No me dijo nada más, recordaré esas palabras el resto de mi vida. Después de su visita abandono la búsqueda del Santo Grial y me aplico en el perfeccionamiento de la técnica shaolin.
CJ: Hasta que en 1986 te encuentran.
MM: En efecto, estaba entrenando colgado de un platanero cuando una red me rodea e inmoviliza. A partir de ahí todo fue confusión. Pensé que los marines americanos habían dado con mi posición y me harían prisionero de guerra.
CJ: Pero no fue así…la guerra había acabado 40 años antes.
MM: Cómo iba a saberlo, el júbilo de mis captores no me ayudó. Mi sorpresa fue entender que se congratulaban no por apresar a un soldado japonés sino por hallar a un tal Jako. Por mucho que tratara de explicarle que era el Comandante Mutenroi, perteneciente a la 2ª División Acorazada del Ejécito Imperial de Japón. Después de afeitarme, lavarme y vestirme se dieron cuenta de que no era quien ellos buscaban. Entonces me contaron que estaban perdidos en esa isla, que era mágica y que formaban parte de un proyecto llamado Iniciativa Dharma. No entendía nada, yo sólo quería volver a Yokohama pero me pusieron una bata blanca y me encerraron en una sala subterránea donde debía pulsar un botón cada vez que un cronómetro llegaba a cero. Un día me despisté y cuando el contador llegó a cero el suelo se removió mientras todo se llenaba de luz y un fuerte pitido sonaba como si fuera el fin.
CJ: Increíble historia…
MM: Cuando abrí los ojos todo empeoró, estaba en un mundo de dos dimensiones y, por si faltaba algo, era de dibujos animados. Pensé que enloquecía. Entonces encontré a Goku….creo que el resto de la historia ya la conoceis. El niño era un repelente pero Bulma, hay Bulma....aún en dos dimensiones sus senos eran... dos cocos en medio del mar.
CJ: Pero, cómo vuelves a las tres dimensiones?
MM: De la misma forma que salí, estaba viendo a Goku practicar con la nube Kindo cuando de nuevo un resplandor me cegó y aparecí en Santa Pola. Corría el año 1995, estaba cansado de tanto trajín y decidí quedarme en el levante. Playas, paella y mujeres en bikini.
CJ: Un siglo de vida intensa: soldado, maestro Shaolin, teletransporte, vida en dos dimensiones….echas algo de menos?
MM: Sólo a Bulma...nunca me abrió su puerta.
CJ: Alguna enseñanza para las nuevas generaciones?
MM: Si algo he aprendido a lo largo de todos estos años es que las drogas son malas compañeras de viaje.
Impresionante historia. No te pregunto por la adaptación que hiceron con la película de Dragon Ball porque a) no sigo esa serie y b) porque a mi me gustó el cartel de esa peli. Las actrices estaban todas buenísimas.
ResponderEliminarPor cierto, ¿no hubo una historia parecida en la vida real? Un soldado japonés que estuvo durante años escondido en la selva porque pensaba que la guerra del Pacífico no había finalizado?
Un saludo.